Para entender bién la posición francesa en relación a las políticas culturales de la Unión Europea, es necesario presentar la concepción particular de la cultura en Francia. Ella está fuertemente caracterizada por el rol central del Estado en los asuntos culturales (músisa, teatro, arquitectura ...) : desde el siglo XVII, es una visión regaliana que nace durante el reino de Luís el XIV y que perduró más allá de la Revolución francesa hasta el siglo XX. Al mismo tiempo, los intelectuales, así como los escritores y artistas comparten los ideales de la alta cultura clásica heredada del Ilumisnismo. Por eso, consideraron con mucha condescendencia las producciones de la cultura popular y más recientemente de las industrias culturales. Siguiendo las huellas de los filósofos de la escuela de Franfort, analizaron la dicha "cultura de masas" como una amenaza para la alta cultural, considerada como véctor de emancipación. Los debates se cristalizaron alrededor del cine, visto como el último símbolo de resistencia contra la hegemonia norte americana. Con la noción de excepción cultural, lo que se trata es la defensa del cine nacional y más allá el respecto de la alteridad cultural contra la uniformización de las producciones como resultado de las lógicas de la racionalidad económica.