El texto anónimo conocido en nuestros días como Omníbona, si bien prescinde de todo discurso teórico sobre las formas de gobierno, el arte de gobernar o las relaciones entre el rey y los súbditos, ofrece a través del ejemplo de Prudenciano y del reino de la Verdad un modelo de buen gobierno. En él se pueden encontrar no pocas sugerencias de reformas que tienen una relación estrecha con las preocupaciones que fueron las de los tratadistas del siglo XVI y del arbitrismo incipiente: así, se evocan cuestiones tan variadas como la distribución de oficios y mercedes, el ejercicio de la justicia y el funcionamiento de la Inquisición, el mantenimiento de la gente de guerra, la organización de las cárceles y de las escuelas, el desempeño de la corona o la obligación de residencia de los obispos, sin olvidar los problemas relacionados con la conquista de nuevas tierras. Este capítulo se centra no en las medidas concretas sino en los principios y condiciones del “buen gobierno”, encaminado a la defensa del bien común y de la fe, tales como aparecen en el texto: examina en particular el tratamiento de nociones que pertenecen a los tópicos de la literatura política del XVI, tales como la exigencia de verdad, la necesidad de consejo y de prudencia. Formula algunas hipótesis sobre la naturaleza del poder del rey Prudenciano en un texto que destaca por su insistencia en el mantenimiento del orden y en el uso del secreto