A mediados de los setenta, el artista alemán Wolf Vostell, uno de los máximos exponentes del movimiento de vanguardia Fluxus, descubría, de la mano de su esposa extremeña, Mercedes Guardado, el pueblo cacereño de Malpartida, donde acabaría pasando largas temporada con su familia, alternándolas con estancias en Berlín, a la sazón su principal lugar de residencia. Deslumbrado por el pétreo paisaje de Los Barruecos, al que calificó de obra de arte de la naturaleza, decide fundar en 1976, el mismo año en que llegó el agua corriente al pueblo, un museo de un nuevo tipo, móvil, cambiante, que pretendía borrar las fronteras entre vida y arte, con el happening, la performance y la instalación como privilegiadas formas de expresión. Con la complicidad de los vecinos, el empeño de Vostell por poner en práctica a escala real la utopía Fluxus logró situar a la localidad extremeña en el mapa de las vanguardias internacionales en plena transición política española, atrayendo a lo más granado de la creación artística del momento. Tomando como punto de partida el documental Malpartida Fluxus Village (2015), en el que la joven directora cacereña María Pérez Sanz mezcla material de archivo con secuencias que siguen los pasos de varios históricos integrantes de Fluxus en su vuelta al pueblo extremeño con motivo de la celebración del que hubiera sido el ochenta aniversario de Vostell, esta comunicación se propone indagar en las peculiares interacciones que propició la irrupción de ese grupo de artistas cosmopolita y rupturista en la España más tradicional de las postrimerías del franquismo y de la primera transición. Nos interesará particularmente estudiar la impronta que ha dejado esa inesperada colisión en una comunidad rural situada en una de las zonas más deprimidas de España. ¿Qué queda de aquel encuentro, del espíritu y la utopía Fluxus, medio siglo después, superado ya el intenso choque cultural inicial?